jueves, 14 de julio de 2016

Escrito el 15/07/2016

Déjame contarte una historia sobre una joven que no sabía muy bien qué quería en esta vida. No paraba de vivir la vida dando tumbos, tropezándose por culpa de muchos, y por supuesto, también por su propia culpa. Ella ignoraba que hubiese más vida a partir de sus desgracias, ella creía que la vida se la daban los caramelos de colores, el elixir de felicidad y los polvos de hadas. De este modo, conseguía evadirse durante unas horas, entraba en un mundo en el que nadie le podría hacer daño, en el que no tenía por qué sentirse preocupada, o simplemente, en el que no tenía por qué preocuparse por sentir.

A menudo, la chica no tenía fuerzas ni para sonreír, y como bien sabes, muchas veces no veía más que oscuridad en su futuro. Había días en los que ni siquiera quería levantarse de la cama, esta prefería hundirse entre sus lágrimas. Mucho hablar de quererse a sí misma, respetarse y demás, cuando directamente iba encaminada ciegamente hacia su autodestrucción. Era como magia, era como... cuando la vieja bruja deja entrar a Hansel y Gretel en la casa de dulces.

Ella soñaba un mundo en el que no hubiese criaturas que la pisotearan una y otra vez. Estas eran los monstruos del sueño, puesto que se metían incluso en las pesadillas más oscuras de la joven. Ella soñaba con días perfectos, sin desprecios ni aprecios, con días en el que tenía la capacidad de ser invisible. Aun así, enseguida aparecían estos monstruos arrebatando toda seguridad que pudiera tener en ella.

Algunas veces, sí notaba pequeños destellos de luz en su vida, algo así como ciertos periodos de paz y descanso; un amor, una sonrisa, un buen día... Pero esos señores de la luz, enseguida se convertían en demonios de la noche, que arrastraban su poca luz y sus sueños con ellos, dejándola así, sola, rodeada de miedos y terrores nocturnos. 

Con el tiempo, la joven entendió los dulces no le daban la vida, sino que solo se necesitaba a sí misma para vivir. De esta manera, aún siéndole difícil y cayendo unas cuantas veces por el camino, consiguió considerarse persona, un ser humano, con defectos y sentimientos, imperfecta y al mismo tiempo, perfecta.

Fue entonces cuando conoció a un apuesto caballero, que hacía que temblasen partes de su cuerpo que ni siquiera sabía que existían. Probablemente fuera de su alcance, pensó ella. Sin embargo, el caballero ya sabía quién era ella desde mucho antes. De este modo, después de largas y profundas conversaciones sobre las extrañas criaturas que se podían hallar en el bosque, como los abrazafarolas, decidieron tener una cita.

La joven se puso nerviosa y eso suponía un gran problema, puesto que los nervios y el elixir que estaba tomando hacían que no pudiese parar de hablar, un habla que acompañaba plácidamente a su locura. El caballero, que seguramente se estaría divirtiendo con el panorama, decidió romper el hechizo con un beso. Un beso que hizo que todo lo que se encontraba a su alrededor desapareciera, un beso que les trasladó a otro mundo, en el que solo estaban él y ella. 

Ella ya no escuchaba las olas del mar, ni notaba la suave brisa de la noche. Sólo sentía sus labios contra los de él, un suave roce con su piel y sus calientes manos rodeando su cadera. Sentía como en cualquier momento se le iba a escapar el corazón por latir tan fuerte.

Por desgracia, ella guardaba un terrible secreto que estaba enterrado en el baúl de los dulces. Ella quería que su cuento, empezase con su caballero, sin secretos. De esta manera y con un nudo en la garganta, se dirigió a contárselo y para su asombro, el caballero no se convirtió en un demonio de la noche. Así fue como se sintió aliviada por primera vez en mucho tiempo, y empezó a conocer ese vivir con el que tanto soñaba a diario.

El caballero era de lo más inusual, inmerso en su pequeña locura, hacía que el mundo pareciera un lugar bonito. Sus abrazos eran como el sol acariciando su piel y sus besos eran pequeñas oportunidades para viajar entre diferentes mundos. Él la hacía sentir segura y fuerte; fuerza que le daba le ayudaba a seguir hacia adelante y ser valiente.

Por fin, la joven aprendió a sonreír, soñar sentir.


1 comentario :

  1. Lo cierto es que tal y como transcurría la historia, si el tipo se llega a transformar en demonio me habría sorprendido mucho xD ¿Puedo preguntarte cuándo de metáfora autobiográfica hay en esta entrada? ^^ Como sea, ha sido un placer leerte, espero que tus sueños no estén poblados de terrores nocturnos.

    ResponderEliminar