jueves, 24 de enero de 2019

Una de las cosas más reales que he soltado

Tengo muchas cosas en mi vida que no aprecio.
Mi vida se reduce a obsesionarme con pequeñas cosas y sacar grandes historias de lo que no existe (o sí). 
No era suficiente tener a alguien que me quisiese con locura, no lo era.
Necesitaba estar loca por alguien que no me diese lo que quiero.
La vida es demasiado bonita y perfecta algunas veces, por eso hay que romperla.
Que soy masoquista, ¿yo? Probablemente. 
¿Y acaso eso no es vida?

Parece que soy la única persona en el mundo que, en el fondo, prefiere vivir la vida con altibajos para que los mejores momentos sepan más dulces después.
Lo que pasa es que muchas veces, creo que esos momentos son de verdad. 
Y me doy cuenta de que estoy igual que antes.
Pero no pasa nada, porque es lo que buscaba.
Al final, sé que hago mucho más que respirar.
Pretendo hundirme para lamentarme en mí misma y, después, sentir el subidón de la mejora.

Una característica de mí es que quiero muchas cosas y las quiero ya.
Me da mucha rabia no conseguirlas, pero en el fondo me encanta.
Saboreo esa rabia tan amarga que le da energía a mis días.
¿Quién eres tú? Que me sacas de quicio, que me haces rabiar, me confundes y me ahogas.
¿Tan mal estás? 

Así es como he terminado recurriendo a maneras inapropiadas de llamar la atención.
Quiero a personas que están rotas y me traten mal.
Quiero hacerme ilusiones y enamorarme de alguien que nunca lo hará de mí.
No quiero que me cuiden, no quiero que me traten bien.
Quiero que me vayan metiendo veneno en sangre poco a poco.
Y entre regañadientes, admitiré, que solo es por si me confundo alguna vez.

Hoy me he dado cuenta que está bien dejar de esforzarse y de soñar.
No pasa nada.