martes, 25 de abril de 2017

Algunas veces siento miedo.

El recordar duele, pero aun duele más cuando te das miedo cuando te recuerdas. Siempre he intentado alejar ese miedo que sentía hacia mi persona, ignorarlo. Era algo que me tenía prohibido a mi misma y a la mínima que se me pudiera pasar por la mente lo hacía desaparecer.

No era la única que lo tapaba. Quizás había problemas más gordos en mi vida, que hacían que no me pudiera permitir dejarme caer. Así pues, me dejé caer a escondidas. A escondidas de mí misma, mis pensamientos, mis miedos y terrores. Pero eso es otra historia.

El caso es, que durante mucho tiempo me dieron miedo mis reacciones. He podido estar tocando el suelo, y al mismo tiempo, tocando el cielo. Pero, yo nunca he tenido un problema, yo nunca lo he dudado, claro.

Después, hubo una etapa de tranquilidad, una tranquilidad inquietante. Es una pequeña cárcel de sentimientos que he fabricado en mi mente, que aun sigue protegiéndome. Si se me conoce, se verá que estoy mejor, pero miedo me da, miedo me da volver a las fases que me hacen tocar el cielo y la tierra, pues eso significaría, que mi más terrible sueño es cierto. 

Y yo que me doy de entendida del tema, porque lo he vivido de cerca, en familia, me encontraría, de repente atemorizada. Yo sé lo que hace ese miedo, yo lo sé; me sé sus fases y sus síntomas. Ahora, a la vez, no lo sé.

Esperemos.

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